Drusas de Amatista – Rostros de Luz
Estas amatistas parecen rostros luminosos por su forma tallada.
Cada una de estas amatistas es un pequeño universo cristalizado, una formación única que la naturaleza ha tardado millones de años en gestar. Su base plana y su parte posterior pulida revelan un rostro suave, casi humano, como si la piedra quisiera mostrarse y dejarse ver, recordándonos que los cristales también tienen un alma que dialoga con la nuestra.
La amatista ha sido desde la antigüedad un talismán de protección y sabiduría. Los griegos la vinculaban con la sobriedad y la claridad mental, y se dice que su nombre proviene de “amethystos”, que significa no ebrio, porque se creía que protegía contra la embriaguez y ayudaba a mantener la mente clara. En templos y altares ha sido utilizada como piedra sagrada, capaz de conectar el mundo terrenal con lo divino.
Mágicamente, la amatista es guardiana del sueño, de la calma y de la intuición. Se dice que abre el camino hacia los sueños lúcidos y la meditación profunda, ayudando a limpiar la mente de pensamientos innecesarios y dejando espacio para la claridad espiritual. También es un cristal que nos protege de energías densas, transmutándolas en luz y serenidad.
Cada drusa es como un rostro que nos devuelve la mirada: un recordatorio de que dentro de nosotros también hay un centro de calma y de sabiduría esperando ser despertado. Tener una amatista cerca es invitar la energía de la serenidad, la abundancia interior y la conexión con lo sagrado a nuestro hogar.
Estas drusas son piezas únicas, irrepetibles, que más que adornar, acompañan. Son presencias cristalinas que nos enseñan a mirar hacia dentro, a encontrar belleza en la quietud y a escuchar el eco profundo del universo.
