Cuencolabrote - Rosas salvajes
Cuencolabrote - Rosas salvajes
Bueno, ha llegado un tamaño grande de cuencolabro, ya que han llegado velas grandes.
Hay flores que son símbolos, y otras que son espejos. Para mí, las rosas son ambas cosas.Desde que tengo memoria, me han recordado que la belleza no está reñida con la fuerza. Que lo delicado no es sinónimo de débil. Que abrirse, incluso cuando hay espinas, es un acto de valentía.
Las rosas me hablan del alma. De ese corazón mío que a veces se estremece, que duda, que se rinde por un momento… pero siempre vuelve a florecer. Me recuerdan que puedo ser suave y feroz al mismo tiempo. Que puedo llorar con el pecho abierto y aún así mantenerme en pie.
Cada pétalo me susurra que la vulnerabilidad es una forma de coraje, no de rendición. Que mostrarme tal como soy —con mis miedos, mi ternura, mis anhelos— es parte de la alquimia de crecer.
Y sus espinas, lejos de ser barreras, son recordatorios de que puedo protegerme sin cerrarme, poner límites sin endurecerme.
Las rosas me enseñan a amar sin reservas, a sanar sin prisa, a vivir sin máscaras.
Me enseñan que la suavidad también tiene filo. Y que yo, como ellas, soy un campo entero de contradicciones sagradas.
Hermosa. Frágil. Poderosa.
Dos enormes rosas abrazan mi cuello, tatuajes que me hice cuando más vulnerable estaba. Yo siempre dije que cada una de ella eran mis dos abuelas, y también las abuelas que las precedieron a ellas. Bellas y con espinas.
Eso son estas rosas.
Está modelado a mano y pintado a mano con la técnica de tercer fuego.
Importante para limpiar esta pieza sumérgela en agua caliente (caliente del grifo) durante unos segunditos y luego retira la cera con la mano o un papel de cocina.
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